CLAUDE GORETTA
Nacido en Suiza en 1929, Goretta es uno de los más importantes realizadores cinematográficos de ese país. Antes de iniciar sus actividades como creador, funda en 1950 la Cinemateca Universitaria de Ginebra, importante archivo de filmes clásicos y modernos. La ausencia de actividad cinematográfica en su país lo insta a viajar a Inglaterra, donde se vincula con el «free cinema», movimiento que revolucionó la creación y la producción británicas. En el British Film lnstitute traba contacto y hace su aprendizaje con realizadores de la talla de Karel Reisz y Lindsay Anderson, dos de los más representativos directores del «free cinema». Permanece dos años en Inglaterra donde realiza, junto a su compatriota Alain Tanner (otra de las figuras relevantes de la cinematografía suiza), Nice Time, en 1957, una incursión en el mundo de las diversiones populares, paseando el teleobjetivo indiscreto por la famosa plaza de Piccadilly durante la noche.
A su regreso a Suiza, empieza a trabajar para la televisión, realizando reportajes y documentales. También dirige adaptaciones para la televisión de obras de Claudel, Strindberg y Marguerite Duras. A pesar del escaso estímulo estatal a la creación cinematográfica suiza, Goretta ha logrado plasmar una obra importan te que ha trascendido las fronteras, gracias a las coproducciones con otros países y al interés de la televisión suiza por producir películas de nivel artístico y cultural. Para este medio ha realizado: Jean-Luc perseguido, El día de bodas (1971), Memoria de una vida perdida, vivir aquí, que obtuvo el Premio de la Critica y Los caminos del exilio o Los últimos años de Jean-Jacques Rousseau, en 1978. Este filme, realizado en dos partes y co-producido por la televisión suiza, canadiense y belga, narra la intima complejidad del filósofo y su vida errante a raíz de las persecuciones de que fue objeto.
Para las pantallas cinematográficas, Goretta ha realizado El loco (1970), La invitación (1973), No tan malo como eso (1975), Amantes (1977) y Una muchacha de Provincia (1980).
Pese a no ser una obra extensa ni poseer ingredientes espectaculares ni impactantes, la de Goretta ha interesado profundamente a la crítica cinematográfica mundial, situando su nombre entre los más importantes del cine contemporáneo. La delicadeza de su estilo, la fluidez transparente de su narración, la profunda emotividad que-emerge de imágenes sobrias y contenidas lo revelan como un cineasta sensible e intimista, depurado y esencial.
Estas características aparecían nítidamente en la única película del realizador suizo estrenada anteriormente en Chile: Amantes (La Dentelliere). En este filme, Goretta elabora un retrato de mujer de una delicadeza y patetismo difícil de encontrar incluso en el cine declaradamente feminista. A la vez incursiona en las relaciones de la pareja con lucidez y penetración psicológica.
UN MUCHACHA DE PROVINCIA
Tal como lo demostrara con su película Amantes, Goretta es capaz de extraer de un tema aparentemente simple y narrado de manera lineal los niveles de profundidad y la riqueza de matices que sólo consiguen los verdaderos artistas.
En un nivel inmediato, sociológico, el realizador nos habla de las migraciones internas y sus problemas : Christine, por razones laborales debe partir desde su nativa Lorena hacia la capital, París, y enfrentarse allí a la realidad de las grandes ciudades que viven bajo un capitalismo avanzado. Para ella, casi no hay lugar como diseñadora en un medio competitivo y centralizado. Debe, entonces, buscar cualquier ocupación, en una dolorosa odisea que la lleva al borde del desamparo.
Esta realidad, que ningún realizador francés había sido capaz de transmitirnos, es mostrada por Goretta sin estridencias ni maniqueísmos. Le basta con establecer en su relato el contraste entre el ambiente que rodea a Christine en Lorena , al comienzo del filme, con los primeros encuentros a su llegada a París, para asumir un punto de vista que nos habla claramente de la deshumanización y hostilidad de una ciudad generalmente idealizada por el turismo.
A través de un hilo narrativo que sigue paso a paso los desencuentros de Christine con el medio, el director define el marco de las relaciones sociales fundadas en un mercado laboral implacable. Es así como las pequeñas anécdotas que se suceden en la trayectoria de Christine van convocando a personajes pertenecientes a un cierto orden y cuestionando a través de ellos a dicho orden: el empleador que trata de obtener ventajas sexuales de la muchacha, el productor de películas publicitarias que juzga cínicamente su oficio y su función social, el empresario que ha agotado sus posibilidades vitales hasta llegar al suicidio.
Es precisamente a través de este marco social observa do con rigor critico, que Goretta llega a profundizar en su personaje principal, al aproximarse con persistencia y ternura a sus reacciones ante el mundo que la rodea. Al detenerse ante su solitaria intimidad, el director no establece otro comentario que el de una cámara contemplativa, detenida el tiempo necesario para comunicarnos la congoja que se trasluce del sereno rostro de Nathalie Baye.
Como en Amantes, el realizador analiza la relación amorosa de su protagonista, en este caso con un hombre casado que la visita ocasionalmente, como una faceta más de su indagación en una conciencia femenina, en evidente desventaja en todas sus formas de relación.
Tanto esta relación, como el nexo de amistad que Christine establece con su compañera de trabajo en el cine publicitario (Angela Winkler), permiten establecer nítidamente las opciones sentimentales y vitales a que se ve enfrentada la muchacha.
Los resultados que de ellas derivan (ruptura con su amante, rechazo a la semi-prostitución que le propone su amiga) inciden principalmente para el realizador en la afirmación de la integridad de Christine, en su educación sentimental y moral.
Lo que impide que el filme se transforme en un sermón edificante es precisamente el tratamiento que le confiere Goretta, contenido, pudoroso, ajeno a toda estridencia o afán caricatura!. Sus personajes, aun los satisfechos millonarios que utilizan a las muchachas como caballos de carrera, son mostrados con dignidad.
De ahí el poder de convicción que se desprende de personajes y situaciones, su impresión de «fragmento de vida», de realidad cotidiana, en la que un dejo de fatalismo no excluye la esperanza. Hay en el cine de Goretta una visión de las virtudes redentoras del dolor (el llanto final del protagonista de Amantes) o del rigor de las pruebas de la vida (la decisión liberadora de Christine), que lo sitúan entre los grandes moralistas del cine (Bresson, Rohmer), pero en su caso, desde una postura laica y que no excluye a la sociedad.
José Román