ROMAN POLANSKI
Realizador polaco nacido en Francia en 1933. Estudió cine en París y en la Escuela de Cinematografía de Lodz, en Polonia. Se desempeñó como actor en varios filmes polacos, algunos dirigidos por Andrzej Wajda. Entre 1956 y 1962 realizó una serie de cortometrajes que llamaron la atención de la crítica que reconoció en ellos, así como en filmes de otros jóvenes directores como Jerzy Skolimovsky, el surgimiento de una “nueva ola” en el cine polaco.
Su primer largometraje, de 1962, fue El cuchillo en el agua, notable estudio sobre el desencuentro generacional en la sociedad polaca contemporánea. Inició después una carrera cosmopolita, filmando en Inglaterra, Francia y EE.UU. Sus películas Repulsión (1965) y Cul-de-Sac (1966), ambas no estrenadas en Chile, lo consagraron en el resto del mundo como un creador profundamente original, en cuyas obras aparece constantemente una visión sórdida y terrorífica de las relaciones humanas y un continuo replanteamiento de los dilemas morales básicos.
La danza de los vampiros (1967) y El bebé de Rosemary (1968), realizadas en EE.UU., están referidas al tema del horror y del mal como fenómenos inevitables y triunfales. Esta coherencia de su universo artístico es confirmada por sus filmes posteriores, ya que todos ellos tratan, en diversos registros, sobre el tema del mal y su poder: Macbeth (1972), ¿Qué…?, Barrio Chino, y El inquilino.
En todas ellas ha demostrado un dominio magistral del lenguaje fílmico, que cristaliza en una visión del mundo perturbadora en la que predominan los sentimientos de angustia, inquietud y terror, alterados a veces por un sentido del humor macabro y enervante.
TESS
Esta película de Polanski se aparta, al menos en las apariencias, de ciertos rasgos característicos de su producción anterior. El nombre de Polanski aparece vinculado para el público con un cine dominado por las emociones del terror, la ansiedad y la tensión, sentimientos matizados con frecuencia por cierto sardónico sentido de humor jugado a través de situaciones próximas al absurdo.
Lo importante, sin embargo, en los filmes de este realizador no son tanto estos rasgos externos sino el sentido involucrado en ellos. A través de sus películas Polanski ha configurado una visión del hombre y del mundo centrada en ciertas preocupaciones morales esenciales. Es una visión atormentada, aun angustiosa, que muchos críticos coinciden en describir como pesimista. Polanski prefiere considerarse a sí mismo como realista; desprecia cierto falso humanismo simplificador que visualiza al hombre como un ser fundamentalmente «bueno». Para Polanski, como para Hitchcock o para Bergman, la realidad humana fundamental es la del mal omnipresente. Para él, el peor infierno concebible es el que han creado los hombres sobre la tierra.
Aparentemente Tess sería una obra diferente dentro de la obra del artista polaco. Este no es un filme de terror ni de intrigas criminales. Se trata de un drama ambientado en la Inglaterra agraria del siglo pasado. Toda la acción está centrada en la infortunada existencia de una muchacha campesina, Tess, víctima, a través de sus experiencias sentimentales, de diversas formas de incomprensión e intolerancia. El estilo de Polanski también pareciera experimentar un cambio en relación con su obra anterior. Su puesta en escena es aquí reposada, cristalina; las imágenes poseen la bucólica belleza de los paisajes que la cámara registra, apoyada en una factura técnica impecable.
No obstante, sería un error percibir este filme como un capítulo aparte dentro de la filmografía de Polanski. En el fondo, con una variación de registro dramático, el director prolonga su discurso sobre sus temas y obsesiones más caros: la reflexión sobre diversas formas de destructividad en las relaciones humanas (el prejuicio, la incapacidad de comprender, el egoísmo, la búsqueda de dominio, el afán competitivo), la inocencia acosada, la fatalidad. Todos estos motivos se estructuran en torno al personaje femenino central y a su relación con dos hombres: Alec d’Urbervilles, el amante y Angel, el esposo. De ambos, Tess recibe, tras la máscara del amor, injusticia y crueldad.
Es en la forma de abordar las relaciones entre los tres personajes que Polanski se aparta radicalmente de las posibles derivaciones melodramáticas a que podía dar lugar el tema. Así como se distancia también de cualquier supuesta complacencia estetizante, vacía de contenido. La manera en que Polanski caracteriza a los dos personajes masculinos es magistral. Alee, burgués ennoblecido gracias a la fortuna de su familia, que vegeta en el ocio y la lujuria; Ángel, miembro disidente de una familia puritana, que trata de afirmar su propia individualidad por medio del trabajo esforzado, el cultivo del intelecto y la búsqueda del ascetismo.
Lo admirable en el filme es la forma no maniquea con que el realizador desarrolla estos personajes. Ninguno de los dos es, en principio, malvado; ni siquiera mal intencionado. Se entiende muy bien que estos hombres sean como son. Se comprenden sus motivaciones, sus intereses, sus aspiraciones. El mal actúa a través de ellos «objetivamente», si así pudiera decirse, más allá de sus intenciones. A través de ellos y de una sociedad rígida, autoritaria, traspasada de prejuicios. La película afirma que en ese mundo no hay lugar para Tess. La extraordinaria dignidad de ese personaje, su pureza, se manifiesta en una conducta sin claudicaciones que fatalmente engendra las fuerzas de reacción que habrán de destruirla. Así el filme se tiñe de un aura de tragedia, remitiendo a uno de los temas predilectos de Polanski: el destino, la fatalidad.
Es conocido el perfeccionismo con que este cineasta aborda el trabajo de creación fílmico. La reconstrucción cabal de una época, cuidada hasta en los menores detalles, provee el marco de verosimilitud del drama en él inserto. La elegancia, el exquisito gusto de su estilo se despliegan en una narración sin baches, transparente, en cuyo clasicismo se instila sutilmente el espíritu romántico del autor. Este romanticismo nada tiene que ver con la complacencia sentimental ni el cultivo de imágenes «bonitas». Es el vehículo para proponer una reflexión profunda, desgarrada, del comportamiento humano, a través de un compromiso no disimulado con un personaje.
El sentido último de esta obra maestra es coherente con el de todos sus filmes: el de una meditación sobre la intolerancia y la maldad.
SERGIO SALINAS ROCO
OPINIONES DE POLANSKI
«Me interesa el universo de esos autores que hablan de los sentimientos más profundos de la vida humana, de los más importantes. Sentimientos de los que hemos tenido vergüenza, en una época, de que pudieran parecer simples. Era necesario hacer un discurso, ser sofisticado. Ahora no tengo vergüenza, no tengo temor de contar los amores de una joven, una simple muchacha campesina y sus tribulaciones en una sociedad intolerante y cruel».
«Todas mis películas han respondido a una necesidad interior. Lo que puedo decir ahora es que hasta Tess yo tenía la impresión de no haber realizado aún la película que corresponde exactamente a mis sentimientos más profundos. Tess es la película, en todo casa, de mi madurez».