La noche de Varennes
Aunque La noche de Varennes no se inscribe en el registro de la comedia popular italiana -género en el que Ettore Scola se formó y al que ha hecho importantes contribuciones como realizador- es posible encontrar en esta película un conjunto de preocupaciones temáticas, una sensibilidad y un estilo cinematográfico en todo coherentes con los rasgos más interesantes del resto de la obra de este director.
La situación básica que estructura el film: la fallida fuga del monarca francés Luis XVI hacia la frontera, en la noche del 20 al 21 de junio de 1791, que es seguida y comentada desde otro carruaje por un conjunto de personajes reales o ficticios, pero todos representativos de su época, permite a Scola un plantea miento de ideas y un tratamiento de situaciones por las que siente predilección.
En primer lugar, está el marco histórico, del que elige un momento particularmente representativo por sus connotaciones sociales y políticas. Sin embargo, ese instante no es representado por el cineasta desde un ángulo docto, solemne o pedagógico, sino visualizado desde la singularidad de un grupo de personajes concretos, cada uno de los cuales interpreta a su modo los acontecimientos.
Este punto de vista posibilita el tratamiento que a Scola le interesa: la interacción entre los grandes sucesos que han quedado impresos en la historia, con mayúscula, y las vidas individuales de quienes han estado inmersos en ellos, seres que poseen distintos grados de limitación en la percepción de los hechos y diferentes niveles de conciencia ante la realidad y frente a ellos mismos.
Al poner en relación un contexto social y político con sensibilidades individuales, Scola entra al terreno de lo íntimo, del sentimiento y de lo afectivo. Es allí donde cifra el sentido esencial de su relato, como lo demuestra también la estilización de sus recursos expresivos, en particular el empleo del color y de la música. La película, sustentada en una sólida producción, puede ofrecer a un espectador inadvertido la apariencia de un gran espectáculo basado en un episodio histórico célebre. Pero el nervio del film está en los personajes, en las complejas relaciones que se establecen entre ellos, en el relativismo que induce el entrecruzamiento de sus respectivas visiones, en la ambigüedad que se establece no en lo literal de sus diálogos, sino en lo que éstos enmascaran o silencian.
A partir de allí, La noche de Varennes desenvuelve una mirada lúcida y comprensiva de estos seres, atenta a las motivaciones de todos ellos: de los revolucionarios, de los conservadores, de los neutrales y de los escépticos. Está el periodista y activista inglés Thomas Paine, cuya actitud dista de ser la de un revolucionario de caricatura; el escritor Restif de la Bretonne, observador y cronista de su época; una condesa que profesa ciega fidelidad a la monarquía y, sobre todo, la impresionante figura de Giacomo Casanova, seductor envejecido, poseedor de una escéptica sabiduría y de una dignidad no empañada por su decadencia.
Estos y otros personajes configuran un paisaje humano en el que se encarna el dramatismo de los hechos políticos: un orden social que muere, un mundo nuevo que comienza a despuntar. No cabe duda acerca del compromiso de Scola, hombre de izquierda, en este terreno. Pero lo interesante son los matices que introduce su sensibilidad. No deja de ser significativo el paralelismo que se puede establecer entre el rey prófugo y Casanova, quien también ha huido de su empleo-prisión, en un carruaje y bajo nombre supuesto y que es «apresado» la misma noche en Varennes. Es Casanova quien personifica, no el poder real, pero sí el sentido, la forma de vida y la sensibilidad de una aristocracia cuyo rol histórico se agotó por el abandono de esos ideales. Es en Casanova en quien el idealismo pervive, ya fuera de época, convirtiéndolo en un fantasma (de hecho la forma en que es iluminado y encuadrado y su blanca vestimenta y maquillaje le otorgan una apariencia fantasmal).
Inadvertidamente a partir de elementos de realismo y de humor, La noche de Varennes progresa hacia un registro que termina enseñoreado por el sentimiento de lo agónico, de lo nostálgico y precario, de lo ilusorio. Es por ello que los personajes más intensos y humanos, los que sentimos más cercanos, son Casanova, la condesa, incluso su afeminado peluquero, en quien se trueca la caricatura en dignidad cuando es tocado por el dolor. La noche de Varennes, como El gatopardo de Visconti, como El desierto de los tártaros, de Zurlini, es un gran film. Un film sobre la dignidad y tristeza de los derrotados, sobre las ilusiones perdidas para siempre, sobre el implacable paso del tiempo, sobre la fragilidad y precariedad de la vida humana.
SERGIO SALINAS R.