LOS HERMANOS TAVIANI
Nacidos en 1929 y 1931, respectivamente, Vittorio y Paolo Taviani vivieron la experiencia de la guerra durante su adolescencia en un pueblito de la Toscana. De ahí surgió su primer cortometraje, San Miniato, julio 44, una encuesta de una matanza efectuada por los nazis en la región y que será también el antecedente de La noche de San Lorenzo. Este tema aparecerá en varios de sus filmes, así como el de la realidad rural, la pobreza y el subdesarrollo.
La primera película de ellos estrenada en Chile, Fuera de la ley del matrimonio, de 1964, fue realizada junto a Valentino Orsini, co-realizador de gran parte de las películas de los hermanos. Esta, definida como un «cine cívico», era un alegato a favor de la ley de divorcio, a través de varios casos contados de manera episódica.
Pero el reconocimiento de nuestro público lo obtuvieron recién en 1979, con Padre Padrone, película premiada en Cannes y considerada uno de los mejores exponentes de la cinematografía italiana de los último años. Ese estudio de antropología cultural y a la vez obra de delicada poesía sobre la vida de los pastores sardos, nos proponía una mirada sobre la realidad que combinaba el rigor de un documento con la más libre imaginería.
Autores de una decena de películas realizadas para la RAI (Radio y Televisión Italiana), casi todas ellas desconocidas en Chile, los Taviani han ido depurando un estilo, inicialmente intelectual y audazmente experimental, hacia el despojamiento y la búsqueda de un lenguaje popular y directo. En el fondo, ha significado una especie de retorno a sus primeras inquietudes en torno al cine neorrealista, cuando servían de asistentes de Rossellini y cuando filmaban San miniato (1954), auspiciados por Cesare Zavattini.
Los títulos de sus largos: Un hombre para quemar (1962), Subversivos (1967), Bajo el signo del escorpión (1969), San Miguel tenía un gallo (1971), Allonsanfan (1974), Padre Padrone (1977), El Prado (1979) y La noche de San Lorenzo, están referidos a la realidad italiana, ya sea en la forma de testimonios de hechos verídicos, remembranzas históricas o metáforas de dicha realidad, siempre en un estilo que rompe los esquemas tradicionales de narración.
La obra de los Taviani, como lo han declarado ellos mismos, es fruto de una subjetividad conmovida por los hechos objetivos de la realidad. De ahí que lo real y lo puramente imaginario se alternen a menudo en sus películas, produciendo un estilo inimitable y rico en sugerencias y «niveles de lectura». Su cine es capaz de producir una profunda emoción y establecer a la vez una distancia irónica. Pero capaz, sobre todo, de conducir a una reflexión en profundidad sobre el hombre.
LA NOCHE DE SAN LORENZO
Una de las características del mejor cine italiano ha sido su especial aptitud para abordar la historia reciente con un realismo enriquecido por la reflexión. Tampoco ha sido ajeno a esa actitud el arrebato lírico. Los hermanos Taviani han agregado a estas particularidades las fluctuaciones de un relato que adopta sucesiva y alternadamente la objetividad y la subjetividad, la crónica casi periodística y el realismo mágico, el grito de dolor y la mueca irónica.
La noche de San Lorenzo parte de un hecho real, evocado por los Taviani y ocurrido en julio de 1944, en el pueblito de San Miniato (San Martino en la película), en la Italia meridional. La aldea, ocupada por las tropas nazis ayudadas por los fascistas locales, ha sido condenada a la destrucción, como represalia por las acciones de la resistencia y para obstaculizar el avance de las tropas aliadas.
Los habitantes del pueblo, campesinos toscanos, se dividen en dos grupos: aquellos que obedecen las órdenes alemanas de refugiarse en la iglesia y los que deciden emigrar con sus familias en la esperanza de encontrar a las tropas aliadas.
El aciago destino de los ocupantes de la iglesia y la odisea de los prófugos. nos son narrados por los realiza dores desde la perspectiva de la pequeña Cecilia, una de las sobrevivientes de la aventura, que rememora los hechos en la época actual. De ahí que los acontecimientos no sean contados en un tono que evoca los relatos orales que se transmiten en el pueblo, con un descarnado realismo, pero a la vez con mucho de fábula, exageraciones y elementos imaginarios.
De este modo, la batalla en el pastizal entre resistentes y fascistas, uno de los momentos culminantes del filme, posee esa desgarradora violencia asardinada y distante que nos recuerda al cine de Rossellini, pero a la vez es matizada con elementos de humor negro (los enemigos, que sin darse cuenta, se ayudan en el socorro de los heridos y que luego reaccionan matándose mutuamente) y con acciones decididamente imaginarias (Cecilia ve a los héroes de la mitología griega, cuyas hazañas le contaba su abuelo, intervenir en la batalla).
Como apreciamos en Padre Parone, los Taviani adoptan, por una parte, un descarnado realismo que expresa el dolor y la crueldad sin eludir sus tintes más estremecedores: pero, por otra, efectúan una estilización poética de esa misma realidad, dando lugar a lo imaginario e insólito, a la ensoñación y al abierto simbolismo.
Desde el momento en que la historia está contada como el recuerdo de Cecilia cuando tenía seis años, los hechos poseen la objetividad de una crónica distante y a la vez la fuerza de imágenes muy próximas. De ahí que la visión objetiva sea asaltada en ciertos momentos por lo maravilloso imaginario o por la mirada asombrada ante una realidad insólita. Lo terrible es visto a veces casi como un juego, por eso ciertos toques de humor emergen incluso en los momentos más patéticos.
El protagonista colectivo, constantemente tratado como tal, constituye una suma de individualidades de similar importancia dramática, configurando un retrato humano, rico y complejo. Así, el soterrado amor entre Galvano, el líder del grupo, y la orgullosa Concetta, floreciendo en medio de a hecatombe, tiene un patetismo crepuscular y una conmovedora dignidad: la estremecedora crueldad del muchachito fascista y su miserable final, ante los ojos de su padre, poseen una emoción imposible de describir fuera de las situaciones en que están insertos y del tratamiento que les confieren los realizadores. La insensatez de la guerra fratricida, la lucha contra el opresor o la dolorosa fatalidad de la guerra, no nos son presentados como un fácil discurso antibélico, sino como conclusiones que se pueden extraer de un relato popular contado con distanciamiento y riqueza de matices.
En este relato deambulan seres sufrientes, crueles, paradojales, conmovedores, pero sobre todo, entrañablemente humanos.
JOSÉ ROMÁN.